Editorial #11: Compartir el lápiz

Por María Eugenia Fazio

Comunicar y compartir conocimiento científico en el territorio es una responsabilidad que obliga a preguntarse muy seguido y con honestidad brutal por qué, cómo y qué. Las respuestas son parciales y dinámicas. A veces también insuficientes. Sin embargo, hay algunos criterios que aclaran el rumbo.

Un porqué reside en que el acceso al conocimiento empodera a la ciudadanía. En medio de la pandemia del Coronavirus (CoViD-19) resulta indiscutible, pero es así siempre y para todo en la vida. El qué funciona cuando derriba estereotipos, integra valores, ideologías, creencias, experiencias y saberes diversos, no sólo datos. El cómo es responsable cuando descarta el monólogo, incorpora el aprendizaje mutuo, azuza el debate acalorado y, muy especialmente, cuando se comparte el lápiz.

Algo de todo esto hacemos en los espacios de enseñanza de comunicación de las ciencias y también en las actividades de divulgación abiertas a la comunidad. Mucho de esto hace Fronteras, un block de hojas en blanco especialmente creado para compartir el lápiz con los estudiantes y hacer cultura con relatos que cosechan
diversidad.

Este nuevo número de la revista creada por la Licenciatura en Comunicación Social ubica, como suele hacerlo, pluma y megáfono en los márgenes para contar historias famosas y desconocidas desde perspectivas frescas. Los y las estudiantes que participan en esta entrega buscan debajo de la alfombra testimonios y datos distintos sobre dictadura e identidad, deportes, marihuana, voracidad comercial y destrucción del medioambiente, saberes y artes de patear la calle, crímenes impunes, opresión de género, medicina forense, música, cómics, guerra, desarraigo y religión. El resultado es una agenda genuina e independiente.

Compartir el lápiz y espacios en las hojas simbólicas y físicas es algo que nuestra Universidad no sólo realiza en proyectos puntuales. Es su ser y estar en el territorio a diario. La evidencia está en la trayectoria. Sólo en ciencias, acumula más de 600 investigadores, casi 300 doctores, 100 doctorandos y la duplicación de su producción académica entre 2015 y 2018. Las pruebas también son contundentes en el aquí y ahora, con laboratorios adaptados para diagnosticar a la población en la emergencia y aulas convertidas en hospital para cuidar a los más vulnerables e infectados con un virus que hace estragos.

Es difícil encontrar mejores ejemplos de medios y ciencia compartidos en el territorio. El conocimiento basado en evidencia
es la salida siempre, la política la responsable de abrir esa puerta. La UNQ, como es costumbre, abre la propia para el decir diverso y el hacer concreto.

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