Los padecientes: crónica de un encierro sanitario

Una estudiante de Comunicación Social de la UNQ relata para Fronteras parte de su cuarentena en el hospital Naval, luego de pasar con su pareja unas vacaciones en Brasil. La vivencia de angustia y encierro a la espera de saber si está contagiada de COVID-19.

Por Ximena Alejandra Barreira, especial FronterasWeb

Dia N/Hospital Naval.

Después de unas lindas vacaciones en Brasil con mi novio tuve que enfrentar la odisea del regreso a fines de marzo con todo este lío del coronavirus. Pero no era la única dificultad que se me presentaría.

Estoy internada en el Hospital Naval en Parque Centenario, por posible COVID-19. Me despierto y agarro el celular, miro Instagram y luego abro el diario online para estar al tanto de lo que sucede mientras estoy encerrada en una habitación totalmente aislada. Las enfermeras entran poco porque cada vez que lo hacen tienen que prepararse con todo un complejo equipo de protección.

¿Cómo es una jornada en mi compleja cuarentena? Me paso el día con el celu en la mano y leyendo “Los padecientes” de Gabriel Rolón: me traje un libro para hacer más ameno este tiempo. A lo largo del día, entro al correo electrónico, al Facebook, y leo notas con diferentes perspectivas de lo que está sucediendo a nivel mundial con esta pandemia. Intento entrar al Campus  Vrtual de la UNQ para ver qué mandan los profes; no puedo, la conexión y la señal son pésimas. Me duermo un rato y vuelvo a leer el libro de Rolón, me doy cuenta de que el celular no deja de sonar y abro Whatsapp. Comienzo a escribir a mi familia y amigos que están preocupados por lo que me pasa y ahí identifico un acto de escritura que atravesó todo mi día.

A la noche me doy cuenta de que hay un wifi disponible: entro al Campus de nuevo y puedo al fin descargarme el primer texto de una materia; comienzo a leer y anotar en el pobre cuaderno que pude agarrar antes de internarme, por si quería escribir. Empiezo a resolver el punto uno del primer trabajo práctico, continúo leyendo y de repente un mensajito de texto: me estoy quedando sin megas, le escribo a mi novio por Whatsapp para pedirle si me puede cargar crédito y de repente estoy inmersa en Facebook en un posteo de un amigo. Dejo el celu, me duele la cabeza, me coloco los anteojos de descanso y pinto unos mandalas que me dio el gabinete de Psicología para no deprimirme ya que el aislamiento es súper desolador.

Tengo una ventana grande; a la noche me gusta mirar e imaginar cómo hace unos días mi vida era radicalmente diferente: en cuarentena pero en casa. Me deprime un poco la situación y mando un mensajito a mi novio, le cuento lo que siento y me dice que todo pasará, pone algunos emojis de corazón y le respondo con un sticker. Todo pasa pero los días se hacen lentos. Retomo el libro de Gabriel Rolón (buen compañero) y me quedo dormida hasta que golpean la puerta: es la enfermera con el desayuno. Empieza otro día.

» Ximena finalmente fue dada de alta con resultado de coronavirus negativo. En unos días vuelve al hospital para repetir el hisopado, ya que su novio dio positivo en el test de COVID-19.

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